El Día Mundial Sin Auto es una efeméride de índole ecológica que se celebra todos los años, desde 1990, cada 22 de septiembre. La fecha busca hacer conciencia en torno a este suplemento de la vida moderna que, en términos de impacto ambiental, es capaz de generar un enorme daño a la vida de nuestro planeta.
Históricamente la celebración comenzó a gestarse desde la década de 1970, en especial a partir de la crisis petrolera de 1973 que, casi por vez primera en la historia, reveló las contrariedades de un estilo de vida basado energéticamente en los combustibles fósiles. Más tarde, ya en los años 90, diversas ciudades comenzaron a implementar el Día Sin Automóvil como una iniciativa pública, destacando especialmente los casos de Reykjavík (Islandia), La Rochelle (Francia) y Bath (Reino Unido). Para el año 2000, la Comisión Europea retomó esta intención y la hizo válida para todos los miembros de la Unión, extendiéndola en tiempo y convirtiéndola en la “Semana de la movilidad”. Cabe destacar que en las ciudades colombianas de Bogotá y Medellín incluso existe una prohibición legal para usar el automóvil en este día.
Como se ve, se trata de una efeméride sumamente importante, ambiciosa incluso en la medida en que va más allá del uso del automóvil y nos enfrenta a la necesidad de reflexionar sobre los medios de transporte que utilizamos cotidianamente, desde un nivel personal hasta el gubernamental.
¿Qué tanto uso mi automóvil? ¿En cuántas de esas ocasiones se trató verdaderamente de la única alternativa de transporte? ¿Con qué facilidad podría dejar de usar el auto y optar por otros transportes? ¿Qué tan eficiente es el servicio de transporte público del lugar en el que vivo? ¿Cuál es su calidad? ¿Cuál su impacto ecológico?
Preguntas que, como usualmente se dice en este tipo de efemérides, no deberían ser ocasión de un día, sino materia de un cuestionamiento sostenido.
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